El incesto, es un tema oscuro y doloroso que, lamentablemente, sigue afectando a muchas personas en todo el mundo. Por lo general, este crimen se asocia con secretos familiares, complicidad, silencio y una falta alarmante de justicia, en dónde las víctimas son niñas, niños y adolescentes.
En este artículo, exploraremos la realidad del incesto y cómo, en una cultura que a menudo culpa a las víctimas, se perpetúa la impunidad y el dolor.
¿Qué es el incesto?
El incesto, se refiere a las relaciones sexuales entre personas que están relacionadas por lazos de sangre o afinidad. Puede ocurrir entre padres e hijos, hermanos y hermanas, tíos y sobrinos, primos y otros parientes cercanos. Aunque las leyes varían según el país, en muchos lugares, el incesto es considerado un delito.
En Venezuela, el incesto es tipificado por el Código Penal como un delito, castigado con presidio de tres a seis años; poco tiempo, considerando el daño y trauma psicológico que deja este tipo de agresión sexual en la mente y el corazón de las personas afectadas.
El silencio de las víctimas:
Una de las tragedias más dolorosas del incesto es que las víctimas a menudo se ven atrapadas en un ciclo de silencio. En la mayoría de los casos, las víctimas no tienen siquiera la posibilidad de comunicar lo que les está pasando, bien sea porque se trata de infantes menores de 2 años que aún no hablan o porque son amenazados con la muerte.
Por otra parte, cuando se trata de los adolescentes que viven el incesto, el miedo hacia su agresor o agresores, la vergüenza, la falta de conocimiento de sus derechos y la incertidumbre de las posibles consecuencias que puedan generarse en detrimento de la familia, les mantiene en silencio y pueden inclusive pensar en el suicidio como una posibilidad para terminar con la pesadilla.
La cultura del incesto:
En muchas culturas, las mujeres mismas se convierten en cómplices involuntarias del incesto. Los agresores, son a menudo familiares cercanos, personas en quienes se supone que las víctimas deberían confiar.
En el incesto, el agresor cumple un rol de autoridad por encima de la víctima, por lo que es posible que la persona agredida pueda llegar a justificar y defender a su agresor, porque siente que lo ha mantenido y protegido e incluso, a pesar de que odie el acto sexual, puede que no identifique este hecho como un delito.
Otra cosa que puede ocurrir, ocurre y que es altamente alarmante, es la multiplicación de estos patrones de generación en generación en las familias, la victima termina siendo victimaria. Estamos hablando entonces de un contexto donde el incesto es normalizado en la colectividad, provocando una sociedad de cómplices en donde reina la impunidad y la desintegración social.
La Impunidad persistente:
La impunidad en los casos de incesto es alarmante. Por un lado, está el abuso a la infancia en el que se minimizan los daños ocasionados porque son bebés, no va a pasar nada, nadie se dará cuenta o el victimario ejerce violencia intrafamiliar y obliga a los demás miembros de la familia a guardar silencio.
Y, por otro lado, los casos en los que incluso las autoridades judiciales desestiman la gravedad del crimen o culpan a las víctimas de haber provocados los actos lascivos en su contra por parte de un familiar, acusándole de haberse enamorado de su victimario, sin tomar en cuenta otros elementos, como la manipulación por la que por años el agresor sometió a su víctima.
En conclusión, es hora de romper el silencio y enfrentar el incesto con valentía. Necesitamos educar a las jóvenes y adolescentes sobre sus derechos y cómo reconocer el abuso. Las víctimas merecen justicia y apoyo, no más culpabilidad y vergüenza. Juntas y juntos, podemos luchar contra la impunidad y crear un mundo donde el incesto sea tratado con la seriedad que merece.