Hace 25 años me hice un aborto con un medicamento, Cytotec. Llamé a mi amiga médico para que me dijera qué hacer. Me envió el medicamento con las instrucciones escritas. No sabía que con un medicamento se podía abortar, pensé que me mandaría con un médico de confianza. No tuve dudas, no me planteé en ningún momento continuar con el embarazo.

No existía el internet como ahora lo conocemos. Hago la búsqueda en Google desde Venezuela con una sola palabra «Cytotec» y aparecen las diez primeras búsquedas más frecuentes que presumo hablan de mujeres que desean interrumpir el embarazo sin complicaciones.

Me parece, visto a la distancia de 25 años y dos hijos grandes, que todo el procedimiento me resultó sumamente fácil, tanto que después de un tiempo lo volví a repetir. Lamento que mi relato no sea dramático pero intuyo que hay muchos más que son igual que el mío, sin dudas, sin miedos, sin consultarlo con más nadie, sin tener que dar razones, sin esperar nada de mis parejas ni dejar ni un resquicio para las los supuestos.

Estaba decidida que con esas parejas no formaría una familia y que no quería tener una «producción independiente» como se llamaba en ese entonces a las mujeres que formaban familia en solitario.

Recuerdo los dolores de «regla» más fuertes, y el abundante sangramiento, pero todo fue manejable en casa, y ni siquiera las mujeres de la familia se percataron de que algo fuera de lo habitual pasara. Me sentía respaldada por mi amiga aunque no estuviera conmigo y confiaba completamente en sus instrucciones aunque dadas a distancia. La llamé un par de veces para comentarle como iba y qué sentía pero no fue más de lo que les cuento.

Después del segundo aborto, vino la pareja definitiva y parí a dos hijos. Cuando en consulta me preguntan cuántos embarazos he tenido, siempre digo dos embarazos y ningún aborto. Hasta hoy me ha parecido que es cosa mía y no del médico saber eso, quizá a partir de ahora diga la verdad: cuatro embarazos, dos abortos y dos hijos.