Es conocido que ante un acto sexual, sin protección, entre un hombre y una mujer, bien sea forzado o consentido, puede provocar un embarazo.
El asunto está, en que si ese embarazo no es deseado por alguno o ninguno de los dos, termina convirtiéndose en un gran problema para ambos, en especial para la mujer que debe afrontar, física y psicológicamente, las consecuencias de este acto.
La adolescente o mujer que afronta un embarazo no deseado, siendo la persona en una posición de vulnerabilidad mayor por su mismo estado, termina siendo la más sometida y presionada, por la sociedad y su entorno, ante la decisión de interrumpir el embarazo.
Suele pasar que cuando una mujer queda en estado, la primera pregunta que se le realiza es si el hombre va a asumir o no. Esto, es propio de la sociedad machista y patriarcal, en la que la paternidad es opcional, mientras que la maternidad termina siendo una obligación.
Y en esta misma sociedad, qué pasa si él quiere tenerlo y ella no o viceversa? Pues, si él quiere tener un bebé y ella no, la mujer o adolescente es presionada de tal forma que es obligada a tenerlo para complacer al hombre o a las creencias morales de otras personas, de lo contrario, terminaría siendo estigmatizada por abortar y puede llegar a ser judicializada en los países donde la interrupción del embarazo es ilegal.
Sin embargo, si ella quiere tenerlo y el no, la realidad no sería muy diferente, ni mejor, ocurre que también termina siendo estigmatizada por la sociedad, que además de juzgarla por no haberse protegido para evitar quedar embarazada, es señalada de haberlo hecho para amarrar al hombre, como si ellos no tuvieran responsabilidad alguna en la anticoncepción.
Hablemos ahora de los posibles escenarios a los que las mujeres se enfrentan si deciden o son obligadas a parir, aun no habiendo sido su deseo, sino el de otras personas, sea pareja, familia o amistades.
Tenerlo y darlo en adopción:
Las mujeres que optan por parir y dar en adopción, bien sea por lo avanzado del embarazo, por la presión familiar o por creencia morales y religiosas, terminan sufriendo por partida doble.
Por un lado, sufren el desgaste que trae consigo el embarazo, tanto físico como emocional. Y por el otro, el sentimiento de culpa que, consciente o inconscientemente, se genera por la separación al momento del parto.
Mala madre, mujer desnaturalizada y abandonadora son algunos de los estigmas o señalamientos que la sociedad patriarcal utiliza para etiquetar a las mujeres que el mismo sistema obliga a parir.
Tenerlo y criar:
Tener un hijo, tampoco termina complaciendo del todo a la sociedad. De igual manera la mujer es juzgada por su rol de madre. Si criaste bien o mal. Si el hijo sale delincuente o astronauta. Si la hija es rebelde o tranquila. Terminas permanentemente siendo cuestionada.
Si eres madre soltera y trabajas, es porque los dejas mucho tiempo solos o si decides no trabajar para dedicarles todo el tiempo, eres floja y no te esfuerzas por generarles mejor calidad de vida.
Si decidiste no criarlos de manera tradicional, ni pegarles o gritarles, entonces no les pones carácter y no lo estás haciendo bien, los estas malcriando, así no es, lo estás haciendo mal. En este sentido, nunca vas a complacer a los demás.
Tener un hijo o hija, debe ser una decisión muy personal, consiente y responsable, en la que tanto la mujer, como el hombre que deciden procrear tienen participación.
Sin embargo, cuando se trata de un embarazo no deseado, la mujer tiene todo el derecho de decidir sobre su cuerpo. La maternidad no debe, de ninguna manera, ser forzada ni obligada y menos en una sociedad donde la mujer termina siendo estigmatizada por todo.
Si estás pasando por un embarazo no deseado, recuerda que tienes la decisión en tus manos de cambiar de escenario, volver a tu plan de vida, tus sueños y elegir o no ser madre en este momento o serlo más adelante, no es un pecado, es tu vida, tu cuerpo y bienestar.