Uno de los retos de la sociedad actual, es dejar de etiquetar a todas las personas y situaciones de la vida; la etiqueta no resuelve nada, no aporta, no construye, no transforma, por el contrario divide, señala, ofende y distancia.
Por consiguiente, los estigmas no son pensamientos del sentido común, no son inofensivos, tampoco son espontáneos, sino que por el contrario son prejuicios o etiquetas diseñadas por quien ejerce el poder para minimizar, manipular, subestimar, dominar y mantener relaciones humanas desiguales.
Según el diccionario de la Real Academia Española, un estigma es una marca o señal en el cuerpo; también significa desdoro, afrenta, mala fama o marca impuesta con hierro candente, bien como pena infamante, bien como signo de esclavitud. Mejor definido, imposible.
En este sentido, te has preguntado: ¿Cuantos estigmas existen? ¿Cuáles son los estigmas hacia las personas con discapacidad, hacia las personas con VIH, hacia los tatuados, hacia ti? ¿Qué se puede hacer para revertir esos estigmas? ¿De dónde vienen los estigmas? ¿Quién los crea y a qué responden?
En la sociedad patriarcal, por ejemplo, muchos han sido los estigmas que se han creado contra las mujeres, ¿para qué? Para mantener una relación de dominio, autoridad y ventaja de los hombres sobre las mujeres, creando con estas etiquetas, relaciones de dependencia moral, emocional y económica.
En el presente artículo, estaremos reflexionando respecto a 5 estigmas que la sociedad patriarcal ha venido creando y fortaleciendo, de generación en generación, contra las mujeres y como revertir cada uno desde la honra y el orgullo de ser mujer.
1. El cuerpo de la mujer pertenece al hombre: proviene de un componente religioso y es que algunos estigmas están avalados por poderes políticos y religiosos, a través de las leyes terrenales y espirituales. Es así como, en la biblia, específicamente en 1 Corintios 7:4, dice: la mujer no tiene derecho sobre su cuerpo, porque le pertenece a su esposo.
Eso no es verdad, no es así, no funciona así porque cada persona se pertenece a sí misma, tanto los hombres como las mujeres, desde su libre albedrio, tiene derecho a decidir qué es lo mejor para sí, que les gusta y que no les gusta en la intimidad, poner sus límites y disfrutar de su sexualidad.
Lo justo sería: «La mujer no pertenece a nadie más que a sí misma»
2. Una mujer que no es madre está incompleta: este es un estigma muy conveniente para la sociedad patriarcal y el sistema capitalista que mantiene a las mujeres como un canal para la reproducción de la vida, y no precisamente porque les importe la vida humana, sino porque las mujeres le garantizan la reproducción de la fuerza de trabajo necesaria para su sistema de explotación.
Lo justo sería: «Una mujer no necesita tener hijos para ser completa»
3. Las mujeres son más débiles que los hombres: este estigma o estereotipo que también conocemos como «la mujer es el sexo débil» forma parte de otras de las mentiras del patriarcado para desestimar el poder creador y transformador de las mujeres, generando además una división sexual del trabajo, en la que tiene más valor económico el trabajo de los hombres que el de las mujeres.
En este aspecto, sería necesario preguntarse ¿Como si las mujeres son el sexo débil, nuestras antepasadas pudieron hacer largas caminatas, defenderse de animales salvajes, pasar por desiertos, soportar fuertes climas y escalar altas montañas al mismo nivel que los hombres para sobrevivir?
Por otra parte, ciertamente el hombre tiene una ventaja a su favor en relación a la fuerza física y desarrollo de los músculos, gracias a la testosterona que producen en mayor proporción. Sin embargo, está científicamente comprobado que las mujeres tienen mayores probabilidades de vida desde la concepción y en la adultez.
Y por último, ni hablar de la capacidad de las mujeres de hacer varias cosas al mismo tiempo, mientras que los hombres sólo pueden hacer una cosa a la vez.
Lo justo sería: «Las mujeres tienen una fortaleza que va más allá de lo físico y puede desarrollar su fuerza física si así lo desea»
4. Las mujeres sienten menos deseo sexual que los hombres: el deseo sexual no es mayor o menor si se trata de un hombre o una mujer. En la sociedad patriarcal, el tema sexual ha sido condicionado especialmente para satisfacer a los hombres.
En este sentido, este estigma se ve alimentado por algunas creencias infundadas a las mujeres que tienen que ver con que el sexo es pesado, doloroso y deshonroso, que es únicamente para satisfacer al hombre, que es para reproducirse y que es peligroso por la posibilidad de que puedan contraer enfermedades.
Además, para el patriarcado la mujer debe ser ama de casa, debe cumplir con las labores del hogar, el cuidado de las crías y en el mundo actual, su trabajo; siendo que, ya al final de la noche, lo que quiera es descansar, esta es una realidad y esto no significa que no tenga deseo sexual.
Lo justo sería: «Las mujeres tenemos deseo sexual y además el derecho de disfrutar de nuestra sexualidad sin ser etiquetadas por nadie»
5. Ella no lo deja porque le gusta que le peguen: a nadie le gusta que le peguen, sin embargo el maltrato permitido por algunas mujeres por parte de sus parejas, se fundamenta en maltratos recibidos desde la infancia por parte de su seres queridos, normalización del maltrato (desde pequeña vio a papá pegarle a mamá), una pareja manipuladora que le pega y luego se arrepiente o miedo a ser asesinada por su pareja quien amenaza y somete constantemente.
Los hombres machistas, narcisistas y maltratadores logran apropiarse de la visión de las mujeres, sus sueños, sus anhelos y sus ganas de vivir, en definitiva logran bajar al mínimo su autoestima, las hacen dependientes de ellos para someterlas y manipularlas. Dejarlos es difícil, pero sólo así pueden recuperar sus vidas.
Lo justo sería: «Ella no lo deja porque está manipulada, tiene miedo y necesita ayuda»
En conclusión, todas estas frases las hemos escuchado en algún momento de nuestras vidas, las hemos dicho o peor aún las hemos creído; quizás también nos la han dicho personas que queremos y respetamos, pero eso no quiere decir que sean verdad; los estigmas son una forma de discriminación y exclusión que reproduce más estereotipos y prejuicios.
En este contexto, tenemos que hacernos la siguiente pregunta: ¿El patriarcado la ha tenido fácil? No. También hay que decir que las mujeres nos hemos resistido, ciertamente los estigmas han hecho y siguen haciendo mucho daño, pero rescatamos las banderas de lucha y resistencia de todas las mujeres en el mundo que terminan siendo doblemente estigmatizadas como brujas, locas e histéricas, cuando en realidad solo nos dimos cuenta de la mentira, infamia y manipulación del patriarcado.
El reto entonces es, construir una nueva narrativa contra hegemónica que nazca del sentir de las mujeres, de sus vivencias y no de estos estigmas que generan relaciones de violencia, limitan el pleno ejercicio de los derechos y además crean malestar en su salud psíquica, física y emocional, manteniendo una sociedad bajo signos de injusticia, porque más de la mitad de la población que son mujeres, no viven en bienestar por ser tratadas desde los estigmas y no desde lo que realmente son o desean ser.
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